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¿Complejo de isleños?

Posted: November 10, 2014 in As I think it...
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Desde la isla todo parece más grande… Las renombradas entidades multilaterales y comisiones internacionales se veneran casi con temor; sus palabras siempre merecen un “señor, sí señor”. Las personalidades famosas se idolatran cual feligreses a sus dioses. Las noticias globales parecieran tener un impacto sobrenatural sobre las realidades cotidianas criollas.

Estando en la isla, es fácil sobre-dimensionar lo que se ve del otro lado del horizonte; es muy común asumir verdades sólo porque son importadas desde otras costas.

¿Complejo de isleños? ¿Cultura de pueblo conquistado -que no conquistador?

Estando en esta otra orilla me doy cuenta que no todo es tan grande ni importante como se cree en mi amado patio. Y reconozco el valor de aquellos que se atreven cada día a retar paradigmas y status-quos y a dar mayor ponderación a asuntos realmente relevantes como la soberanía nacional, por mencionar uno…

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“Absolute chaos – it’s awesome! You will have a blast!” Esas fueron las palabras que un gringo, profesor de medicina en la UCE, le dijo a su nuevo amigo en ese vuelo en el que todos nos dirigíamos a Santo Domingo desde Atlanta.

El otro hombre también era gringo y esta era su primera visita a República Dominicana, mientras que su compañero de viaje iba con frecuencia a la isla, un mes sí y un mes no, a impartir sus clases. Ambos estaban sentados en la fila justo detrás de mí en ese avión, repleto de dominicanos, peloteros en su mayoría, que iban hablando y haciendo cuentos en voz alta -muy alta, riéndose desde el estómago y oyendo música (bachata, claro) como si estuvieran en las marquesinas de sus casas en el Caribe. Tuve el verdadero déjà vu a mis frecuentes vuelos hace ya unos años de New York a Santo Domingo (sobretodo aquellos que coincidían con las fiestas navideñas).

Yo no sabía si llorar o reír. Para que me visualicen mejor, me tocó sentarme en un asiento del medio, entre dos hombres que juntos debían pesar unas 850 libras. Casi no podía moverme, intentar alcanzar mi mochila para sacar algo, arreglarme la cola del cabello o separar mis brazos dos pulgadas de mi cuerpo para estirarme, era misión imposible. El de la derecha no dejaba de roncar. Y el vuelo duraría tres horas, y estaba recién iniciando.

Escuchar aquel comentario del gringo, que le vendía el caos de mi país al otro como si fuera la principal característica de este destino del mundo, me hizo tomar mi celular, abrir una Nota y empezar a escribir este artículo (en medio del bullicio).

El caos que a mí me estaba volviendo loca, era lo que al gringo le gustaba de mi patria. La alegría y algarabía en voz alta y la camaradería entre aquellas decenas de peloteros y otros pasajeros que se unieron a la fiesta en el aire, que a mi me parecían un poco fuera de contexto e impertinentes, y por demás molestosas porque no me permitían dormir ni leer, era lo que el gringo más disfrutaba de mi país.

¿Será que estamos destinados al caos, porque la personalidad del dominicano común es sencillamente hacer caso omiso a las ‘normas’ o ‘estándares’ de conducta definidas para espacios o momentos determinados? ¿Qué gen tiene el dominicano -que a mí me quitaron- que lo hace disfrutar y perpetuar el desorden? No estoy en contra de disfrutar, bailar, reirse, compartir o hablar en voz alta, y de hecho me enorgullece la calidez humana, espíritu fiestero y hospitalidad del dominicano, pero de alguna manera entiendo -y respeto- que todo tiene su tiempo y su lugar y que no todo es permitido o prudente en todos los contextos, aunque es saludable de vez en cuando romper paradigmas y el status-quo.

Por demás está decir que mi país tiene tantas otras cosas hermosas y maravillosas por las cuales quisiera fuera más conocido.

Me entretuve escribiendo esto y todavía faltaba una hora y veinte minutos para aterrizar en Quisqueya la Bella. Ahora quien roncaba era mi compañero de vuelo de la izquierda.

Amo mi país, como a uno de esos amantes que te hacen llorar y te hacen vivir.

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